"Saludaos los unos a los otros con ósculo santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo." Romanos 16:16
"Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta." Romanos 12:1-2
Origen de la iglesia
La iglesia de Cristo tiene su origen en la mente de Dios, antes de la fundación del mundo. Pablo dice en Efesios 3:10,11 “para que la multiformes sabiduría de Dios sea ahora dado a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesus nuestro Señor”
Dios propuso en la eternidad que la iglesia tendría existencia para dar a conocer su sabiduría. Ese propósito de Dios se cumplió cuando nació su hijo bajo la ley. “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4).
El establecimiento de la iglesia en Jerusalén
Mucha gente está muy confusa con tantas iglesias que existen en nuestros días. Otras ven todas las iglesias buenas y dicen que siguen al mismo Dios, y que no importa donde uno asiste porque todas son iguales. ¿Y de las practicas que se puede decir? ¿y las mercadería donde están involucradas casi todas? Si usted es una de esas personas le decimos que Cristo vino a este mundo para establecer una sola iglesia.
Durante el tiempo que Jesús ejerció su ministerio en la tierra, él mismo declaro que iba a establecer la iglesia sobre la roca que Pedro había confesado en Mateo 16:16 “Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. ..“Y sobre esta roca estableceré mi iglesia” Mateo 16:18.
Más adelante, Cristo mismo le dijo a Pedro en Mateo 16:19 “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todos los que atares en la tierra será atado en los cielo y todo lo desatares en la tierra será desatado en los cielos”.
Tenemos que entender que cuando se habla del reino de Dios, reino de los cielos y el reino de su amado Hijos se refiere a la iglesia del Señor.
- Cuando Jesús inicio su ministerio el declaraba que su “el tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado, arrepentíos y creed en el evangelio” Marcos 1:15.
- Después que Jesús declaro en Marcos 8:31 en adelante que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, también dijo en Marcos 9:1 “De cierto os digo, que hay algunos de los que están aquí, que no gustaran la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder”.
- La pregunta ahora es ¿cuando vino ese poder antes que algunos que estaban con Cristo, no hayan gustado de la muerte?
- La respuesta es el dio de Pentecostés, cincuenta días después de la pascua.
- Como hemos visto, Pedro recibió las llaves del reino de parte de Cristo para que él quien abre las puertas del reino para que los salvos entren
- Es también Pedro quien abre el reino a los primeros gentiles que entraron a la iglesia; Cornelio y su familia, Hechos 10.
Año 33 - El Día De Pentecostes Hechos 2:1-41
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. Y de repente vino un estruendo del cielo, como si soplara un viento violento, y llenó toda la casa donde estaban sentados. Entonces aparecieron, repartidas entre ellos, lenguas como de fuego, y se asentaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen.
En Jerusalén habitaban judíos, hombres piadosos de todas las naciones debajo del cielo. Cuando se produjo este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confundidos, porque cada uno les oía hablar en su propio idioma. Estaban atónitos y asombrados, y decían: — Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, oímos nosotros cada uno en nuestro idioma en que nacimos? Partos, medos, elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia más allá de Cirene; forasteros romanos, tanto judíos como prosélitos; cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestros propios idiomas los grandes hechos de Dios. Todos estaban atónitos y perplejos, y se decían unos a otros: — ¿Qué quiere decir esto? Pero otros, burlándose, decían: — Están llenos de vino nuevo.
Entonces Pedro se puso de pie con los once, levantó la voz y les declaró: — Hombres de Judea y todos los habitantes de Jerusalén, sea conocido esto a vosotros, y prestad atención a mis palabras. Porque éstos no están embriagados, como pensáis, pues es solamente la tercera hora del día. Más bien, esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel: Sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré de mi Espíritu sobre toda carne. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños. De cierto, sobre mis siervos y mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Daré prodigios en el cielo arriba, y señales en la tierra abajo: sangre, fuego y vapor de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y glorioso. Y sucederá que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo.
Hombres de Israel, oíd estas palabras: Jesús de Nazaret fue hombre acreditado por Dios ante vosotros con hechos poderosos, maravillas y señales que Dios hizo por medio de él entre vosotros, como vosotros mismos sabéis. A éste, que fue entregado por el predeterminado consejo y el previo conocimiento de Dios, vosotros matasteis clavándole en una cruz por manos de inicuos. A él, Dios le resucitó, habiendo desatado los dolores de la muerte; puesto que era imposible que él quedara detenido bajo su dominio. Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí, porque está a mi derecha, para que yo no sea sacudido. Por tanto, se alegró mi corazón, y se gozó mi lengua; y aun mi cuerpo descansará en esperanza. Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de alegría con tu presencia. Hermanos, os puedo decir confiadamente que nuestro padre David murió y fue sepultado, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Siendo, pues, profeta y sabiendo que Dios le había jurado con juramento que se sentaría sobre su trono uno de su descendencia, y viéndolo de antemano, habló de la resurrección de Cristo: que no fue abandonado en el Hades, ni su cuerpo vio corrupción. ¡A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos! Así que, exaltado por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos, pero él mismo dice: El Señor dijo a mi Señor: “Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.
Sepa, pues, con certidumbre toda la casa de Israel, que a este mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Entonces, cuando oyeron esto, se afligieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: — Hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: — Arrepentíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para vosotros, para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para todos cuantos el Señor nuestro Dios llame. Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba diciendo: — ¡Sed salvos de esta perversa generación! Así que los que recibieron su palabra fueron bautizados, y fueron añadidas en aquel día como tres mil personas.