Predecida por los Profetas



Existe una creencia común de que el Señor Jesucristo vino a esta tierra a establecer su reino, pero habiendo sido rechazado por los judíos, pospuso su reinado y en vez de ello estableció la iglesia. Los que propulsan esta doctrina creen que Jesús establecerá su reino en la tierra cuando venga por segunda vez. Este concepto relega a la iglesia al papel de sustituta, como cierta medida concebida por Cristo para proveernos algo con qué llenar el vacío entre su vuelta al Padre y su segunda venida a la tierra. También es creencia común que los profetas nada dijeron acerca de la iglesia, viendo sólo la primera venida de Cristo y su futuro reino terrenal. En esta lección es nuestro propósito demostrarles que la iglesia del Nuevo Testamento fue planificada por Dios y profetizada por los profetas, y que esas profecías fueron cumplidas en el primer día de Pentecostés después de la resurrección de Jesucristo.

¿Fue la iglesia predicha por los profetas? Para poder llegar a la contestación correcta, es esencial que comprendamos que en la Biblia, el reino y la casa del Señor en las profecías del Antiguo Testamento a menudo se refieren a la iglesia del Nuevo Testamento.

Jesús predijo que edificaría su iglesia (Mateo 16:18). A su iglesia la llamó "el reino" (Mateo 16:19). Por tanto, la iglesia y el reino, en este sentido son lo mismo. Cristo es la cabeza tanto de la iglesia como del reino. Los términos de admisión son los mismos. Los que están en la iglesia también están en el reino. El apóstol Pablo dijo que "la casa de Dios es la iglesia del Dios viviente" (1 Timoteo 3:15). De estas escrituras se puede concluir que la casa del Señor, el reino y la iglesia muchas veces se refieren a la misma cosa.

En este punto les sugiero leer y considerar el capítulo siete del Segundo Libro de Samuel. En este capítulo se revela que el Rey David se había propuesto edificar casa a Dios. Dios, por el contrario, rechaza la propuesta de David pero promete edificar casa a David y su pueblo. Esta misión sería cumplida a través de la simiente de David después que éste muriera. Además de edificar su casa, también sería establecido su trono (2 Samuel 7:12-16). El total cumplimiento de esta profecía se refería a Jesucristo quien muchas veces se mencionaba como David y el Hijo de David. El era de la simiente de David (Hechos 13:23) La promesa de que "Yo seré su Padre y El me será por Hijo" es aplicada expresamente a Cristo por el apóstol (Hebreos 1:5). El establecimiento de su casa y su trono, y su reinado por la eternidad (2 Sam. 7:13 y 16), no se puede aplicar a otro sino a Cristo y su reino. La casa terrenal y reino de David tuvieron su fin hace largo tiempo. Sólo el reino de Cristo es perdurable. En el día de Pentecostés el apóstol Pedro dijo que Dios había jurado a David que levantaría al Cristo para que se sentara en Su trono (Hechos 2:30). El anuncio del reinado de Cristo fue dado en el día de Pentecostés. Véase el segundo capítulo del Libro de los Hechos.

La primera profecía que revisaremos fue registrada por Isaías. "Lo que vió Isaías hijo de Amoz acerca de Judá y Jerusalén. Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será asentado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y confluirán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová." (Isaías 2:1-3). En esta Escritura se profetiza acerca de la iglesia que iba a ser establecida en lo alto de las montañas o sobre todos los gobiernos. Isaías también expresó tres hechos fundamentales, como sigue:

1. La profecía sería cumplida en Los Ultimos Días.

2. Y confluirán a él Todas las Naciones.

3. Tendrá su Comienzo en Jerusalén.

Después de interpretar el sueño de Nabucodonosor, rey de Babilonia, Daniel predijo que el Dios de los cielos levantaría un reino que nunca sería destruído. Este no sería un reino dejado a otro pueblo, pero rompería en pedazos y consumiría todos los demás reinos, y permanecería para siempre (Daniel 2:44).

Cuando Juan el Bautista llegó predicando en el desierto de Judea, su mensaje fue: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha aproximado" (Mateo 3:1). Haberse "aproximado" significaba "estar cerca", queriendo decir que el reino aún no estaba en existencia en los días de Juan. Esta profecía del reino era una profecía sobre la iglesia.

Otros que predicaban que el reino estaba cerca, pero aún en el futuro, fueron Jesús (Mateo 4:17) y sus discípulos, que lo predicaban a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo 10:5-7). Los setenta discípulos también lo predicaron (Lucas 10:1-9). Cada una de esas referencias de las Escrituras señalan hacia un reino a ser establecido en el futuro.

De nuevo debemos mencionar que Jesús dijo que El edificaría su iglesia (según Mateo 16:18), y llamó "reino" a su iglesia en el verso 19. Puesto que el reino fue predicho, también la iglesia fue predecida.

Jesús dió además esta profecía cuando dijo, "En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que vean el reino de Dios cuando haya venido con poder." Aquí podemos notar que algunos de los que estaban allí con Jesús no morirían hasta que hubieran visto el reino venido con poder. Nos preguntamos entonces, ¿cuál era el poder que El predijo que vendría?

Después de su resurrección, Jesús dijo a sus discípulos: "Así está escrito y así era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén" (Lucas 24:46-47). En esta predicción, la profecía sobre todas las naciones, y comenzando en Jerusalén, dicha por Isaías, está próxima a cumplirse. Ahora debemos verificar si ella ocurrió durante los últimos días.

Poco antes de ascender Jesús a los cielos, los discípulos le preguntaron si restauraría el reino a Israel. (Hechos 1:6). Jesús les dijo, "No os toca a vosotros conocer los tiempos o las sazones que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo." (Hechos 1:7-8). El Señor les hizo saber que recibirían poder con el derramamiento del Espíritu Santo. Al establecer la fecha de la venida del Espíritu Santo, sabremos cuándo vino el poder y también cuándo el reino, que es la iglesia, tuvo su comienzo.

En el día de Pentecostés, el Espíritu santo fue derramado sobre los apóstoles. Hablaron nuevas lenguas o idiomas según el Espíritu les daba que hablasen (Hechos 2:1-4). Se les acusó de estar ebrios o llenos de mosto (Hechos 2:13). Pedro negó la acusación y expresó que lo que la gente veía y oía era lo dicho por el profeta Joel, "Y acontecerá que en los últimos días, dice Dios, derramaré de mi espíritu sobre toda carne..." (Hechos 2:16-17). Aquí podemos aprender que los acontecimientos del día de Pentecostés se desenvolvieron durante los últimos días. Los tres hechos fundamentales de la profecía de Isaías fueron cumplidos el día de Pentecostés. Se desarrollaron en los últimos días; gente de todas las naciones estaban reunidas allí; y esos hechos tuvieron su comienzo en Jerusalén.

Recordarán que Jesús dijo que su reino vendría con poder. El poder vino con el Espíritu Santo. Toda vez que el Espíritu Santo vino el día de Pentecostés, debemos concluir que el reino, la iglesia, se inició el día de Pentecostés según fue profetizado. En Pentecostés, la gente escuchó y obedeció al evangelio. El Señor añadía cada día a la iglesia a los que iban siendo salvos (Hechos 2:47). Nadie fue añadido a la iglesia antes de Pentecostés. Por tanto, la iglesia tuvo su comienzo en el día de Pentecostés.

La iglesia era también según el plan o propósito de Dios. Este propósito era un misterio o secreto. Pablo dijo que él era menos que el menor de los santos pero fue llamado por Dios para predicar a los gentiles y para explicar a todas las gentes el significado de ese secreto. Dios se guardó este secreto desde el principio del mundo. ¿Qué razón tuvo para esto? Para demostrar a todos los gobernantes Su perfecta sabiduría cuando toda su familia -- tanto judíos como gentiles -- se viera unida en la iglesia, justamente en la forma que El había planificado a través de nuestro Señor Jesucristo (Efesios 3:7-11).

La actual formación histórica de la iglesia sucedió en Jerusalén el día de Pentecostés. En aquél día el Espíritu fue derramado sobre los discípulos para formar el cuerpo de Cristo, la iglesia. Pedro se refirió a aquello como el comienzo (Hechos 11:15-16). El comienzo sólo puede referirse a Pentecostés, identificándolo así como el momento del "bautismo del Espíritu Santo". Pentecostés no sólo marca el comienzo de la iglesia como la realidad espiritual del cuerpo de Cristo, sino también la iglesia visible.

Escrito por: LeRoy R. Durley


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